¿Hacia dónde va el libro? Sí, el libro en papel con olor a
tinta. Porque si escuchamos la palabra libro, la imagen mental que se nos
representa es la de varias páginas encuadernadas bajo una portada con
ilustración o fotografía más o menos vistosa, ¿o no?
Estamos viviendo una reinvención
del libro, y por ende de las librerías, que a este paso o se suben al carro de
la era digital, o terminan convirtiéndose en hamburgueserías. Es el caso de la
mítica librería barcelonesa Catalónia, que tras ochenta y ocho años de
existencia se ha visto obligada a cerrar y a que en su local de 800 metros
cuadrados se instale un McDonald’s. Más recientemente, a finales del 2012 lo ha
hecho otra barcelonesa: Proa Espí. Y si nos atenemos a las grandes capitales y
sólo por citar el último ejemplo, Rumor, en Madrid, también ha echado el
candado.
Según CEGAL (ConfederaciónEspañola de Libreros), desde que empezó la maldita crisis han cerrado un
centenar de librerías en toda España de unas tres mil quinientas que había. Es
paradójico que en el país que más libros edita (que no quiere decir que se
lean), la comercialización del producto -tal y como la hemos conocido hasta
ahora- esté en pleno declive.
Según datos del informe El sector del
Libro en España 2011-2012, la facturación ha descendido un 4,1%, 2.772,3
millones de euros. Hay que sumar la caída en la tirada de ejemplares
publicados, un 5,3%, unos 1.345 ejemplares por título. Cantidad que la
convierte en la más baja de los últimos diez años.
Parece ser que las librerías que cierran,
o que están pasándolas canutas para no hacerlo, achacan a las instituciones una
gran parte de responsabilidad en su declive. Las universidades, ayuntamientos,
bibliotecas, etc. ya no les encargan el monto de pedidos habitual, lo que ha hecho que se resienta su
facturación de manera ostensible.
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Nueva librería Fuentetaja |
Muchas librerías españolas están adaptando su modelo
al de café+libro, vino+libro o comida+libro. Personalmente me parece que este
modelo no se recicla a la evolución de los hábitos de los lectores. Y el
ejemplo lo tenemos en “El bandido doblemente armado” que cerró sus puertas en
el 2009, con una duración de ocho años
y con una oferta bastante más amplia a los actuales reciclajes de
librerías. Ésta, que contaba con el aval de la escritora y académica Soledad
Puértolas, ofrecía además de café, vino, refresco y canapé, presentación de
libros, conciertos, conferencias y tertulias literarias. Pero también vio
acabado el modelo de unir gastronomía con lectura. También en Madrid y con
referencia de marca, Fuentetaja, en la calle San Bernardo 35, y tras varios
amagues de cierre, cambio de dueños y huelgas de trabajadores, se ha
reconvertido en una gastrolibrería. Se salva de la quema Tipos Infames, en
pleno barrio de Malasaña en Madrid. Tres amigos que se acogen al modelo de
librería enoteca, y que se especializan en la venta de narrativa independiente.
Diversifican los espacios, y así la librería no convive con la enoteca. Tienen
tienda online, en la que además de ofrecer sus novedades literarias, añaden
artículos relacionados con el mundo de la lectura y la gastronomía.
Si la tendencia es hacia el libro
digital, que la mayoría de los lectores obtiene en plataformas como Amazon,
IBookstore (Apple) o Google Books, además de la compra online que ofrecen las
grandes cadenas libreras (Fnac, Casa del Libro, etc.) y la red en sí misma,
¿qué están haciendo las librerías españolas para no cerrar?, ¿aunar lectura con
bar? En mi opinión quien quiere leer bebiendo una taza de café o una copa de
vino, lo hace en su casa, bien cómodo y en zapatillas.
Sí, ya se que los españoles somos muy de
bares. Pero a los bares vamos a hablar con los amigos en un tono de voz
bastante elevado, nada apto para la lectura, a escuchar música y a disfrutar
del ocio de una manera distinta de la que se disfruta leyendo. Por eso la
conjunción bar-librería no me parece la más apta.
En Francia , por ejemplo, han adaptado el
modelo “materializando lo digital” (“Librarie. La physique de lo numérique”,
artículo de Livres Hebdo). En él se propone que los clientes accedan al fondo
editorial a través de escaparates virtuales, que puedan visitar las últimas
novedades en ereader o tablets a su disposición, además de códigos QR que
faciliten la compra de sus artículos. Porque, claro, no sólo se tendrá acceso a
libros en formato digital, sino que se deberán comercializar todos los accesorios
necesarios para ello.
¿Se os ocurren algunas ideas novedosas
para que las librerías se adapten a estos tiempos digitales sin que tengan que
cerrar sus locales o traspasarlos a hamburgueserías?
Dejad
volar vuestra creatividad en la caja de comentarios, o compartidlos en Twitter y Facebook
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